Sobre la imposibilidad de la traducción

No es posible hablar de traducción sin que surja el antiguo (y eterno) debate sobre la imposibilidad de traducir. Aunque a estas alturas parezca un tema más que superado y que no tiene ningún sentido, dada la existencia de textos traducidos, es algo que todavía parece necesario explicar y argumentar, ya que existen teorías que afirman que es un trabajo imposible. Una de las más famosas es la teoría del relativismo lingüístico de Sapir-Whorf, según la cual el lenguaje determina nuestra forma de pensar y ver el mundo. Así, si nos aferramos a esta teoría de forma estricta, la traducción ideal resulta imposible, ya que las estructuras conceptuales de los distintos hablantes serán del todo distintas. El ejemplo más ilustrativo para los defensores de esta teoría es el del lenguaje de los esquimales, que cuentan con diferentes términos para referirse a los distintos tipos de nieve, por lo que sería imposible traducir un texto en este idioma a otro que posea tal cantidad de vocabulario, como por ejemplo el español. 
Esta teoría ha contribuido a infravalorar el trabajo que implica la traducción, dando como resultado que aquellos que lo llevan a cabo hayan sido considerados en algunas ocasiones (como ya hemos visto) una especie de traidores que tergiversan el sentido original de los textos y cuya figura siempre ha permanecido en la sombra.

Sin embargo, y como resulta evidente, esta no es la postura de la gran mayoría de los estudiosos, lingüistas y filólogos, ya que imposible acercarse a cualquier librería y no ver libros traducidos en las estanterías. Esto se debe a que el relativismo extremo se ha descartado para optar por un enfoque más moderado, desde el cual podemos afirmar que la traducción es posible por varias razones, entre las que destacan las siguientes: la primera es que, pesar de las diferencias, los seres humanos compartimos ciertos procesos mentales que resultan básicos, y además somos capaces de adaptar nuestro comportamiento a las expectativas de terceros. Por otro lado, está claro que las distintas comunidades lingüísticas, aunque tengan diferencias culturales, son capaces de relacionarse entre ellas con éxito. Y por último, y la que resulta más evidente a ojos de cualquiera, es que, aunque una traducción exacta sea muy difícil, si no imposible de conseguir, sí que es posible conseguir una traducción que sea aceptable para la cultura de la lengua meta.
En conclusión, podemos afirmar que la traducción a la que lleguemos no siempre será exacta, pero porque no siempre es este el objetivo, ya que en muchas ocasiones es más importante la equivalencia que la exactitud.

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